28.3.24

PABLO DE SANTIS / MIS SUPERSTICIONES

 “¿Por qué escribimos historias? ¿Por qué queremos instalar, en el mundo de lo real, nuestros fantasmas personales? ¿Es un puro juego, o hay algún tipo de saber en la ficción? Aventuro una respuesta: escribir relatos es una manera de unir los dos reinos antagónicos en los que transcurre nuestra vida. Estos reinos son la experiencia y la imaginación. Al escribir historias podemos unir los fragmentos de lo que hemos vivido con el placer de imaginar lo que no existe. Hay otro momento en que estos reinos se unen: cuando soñamos. Pero en el sueño no tenemos ningún poder. En cambio, en la vigilia ejercemos el control sobre nuestras historias, borramos o agregamos personajes o escenas, corregimos las palabras para eliminar ambigüedades.

Aunque el material de nuestros relatos esté templado en el inconsciente, tomamos decisiones para que la narración parezca el resumen de algo más grande y complejo. Para que los personajes, que son apenas palabras, convenzan al lector de la importancia de su destino. Para que sean más claras sus escenas, a pesar de que siempre en la ficción hay un poco de niebla. Para que en el final asome alguna clase de asombro.

Tal como ocurre en el sueño, esa máquina del tiempo, al escribir regresamos a la infancia, porque fue el momento en que conocimos las historias y porque tuvimos entonces una primera idea de la literatura. Esas tempranas impresiones suelen ser extraordinariamente persistentes, y todo lo que viene después -el descubrimiento de autores, de teorías, de modas, el hechizo de la novedad y su correspondiente hartazgo- muy a menudo no son sino modos de volver a representar aquella primera imagen. En cierto modo, siempre estamos escribiendo cuentos para dormir. La literatura pone en alerta, llama la atención sobre lo por venir, pero también cierra, completa, consuela. Siempre está presente esa fidelidad al mundo de la infancia, como si con el primer cuento que nos contaron hubiéramos recibido como legado una nación tan extraña como desierta, que luego llenamos, a lo largo de los años, con montañas y reinos y conflictos y héroes.”

21.3.24

WITOLD GOMBROWICZ / 21 DE MARZO, DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA

"Contra los poetas. Supongo que la tesis del presente ensayo: que a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado, puede parecer tan atrevida como poco seria. Y sin embargo, yo me planto ante ustedes y declaro que a mí los versos no me gustan en absoluto y hasta me aburren. Me dirán quizá que soy un pobre ignorante. Pero, por otra parte, llevo mucho tiempo trabajando en el arte y su lenguaje no me resulta del todo ajeno. Tampoco pueden utilizar contra mí su argumento preferido afirmando que no poseo sensibilidad poética, porque precisamente la poseo y en gran cantidad, y cuando la poesía se me aparece no en los versos, sino mezclada con otros elementos más prosaicos, por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoievski o Pascal, o sencillamente con ocasión de una corriente puesta de sol, me pongo a temblar como los demás mortales. ¿Por qué, entonces, me aburre y me cansa ese extracto farmacéutico llamado “poesía pura”, sobre todo cuando aparece en forma rimada? ¿Por qué no puedo soportar ese canto monótono, siempre sublime, por qué me adormece ese ritmo y esas rimas, por qué el lenguaje de los poetas se me antoja el menos interesante de todos los lenguajes posibles, por qué esa Belleza me resulta tan poco seductora y por qué no conozco nada peor en cuanto estilo, nada más ridículo, que la manera en que los Poetas hablan de sí mismos y de su Poesía?"